Hace un cuarto de siglo, el rugido de los motores se apagó abruptamente con la partida de Gustavo “Dracu” Vijande. Su vida, marcada por la adrenalina y la pasión por la velocidad, dejó una huella imborrable en el corazón de quienes lo conocimos.
Dracu no era solo un piloto talentoso, era un mecánico nato. Con sus manos hábiles y su mente inquieta, transformaba cada moto en una extensión de sí mismo. Sus conocimientos técnicos eran admirados por todos, desde los más experimentados mecánicos hasta los jóvenes aprendices que lo veían como un mentor.
En las pistas, su destreza era innegable. Con cada curva, con cada aceleración, demostraba su amor por las dos ruedas. Su pasión era contagiosa y motivaba a todos los que lo rodeaban. El CAM y otras competencias fueron testigos de su talento y de su espíritu competitivo.
Hoy, lo recordamos con una mezcla de tristeza y orgullo. Tristeza por su partida prematura, pero orgullo por la vida que vivió y por el legado que dejó. Con la canción «Las dos ruedas» de Andrés Girello, revivimos los momentos más emocionantes de su carrera y celebramos su vida.