La memoria de El Trébol se detiene cada 2 de octubre para recordar una tragedia que, paradójicamente, se convirtió en el catalizador de una de sus instituciones más vitales. Hace 55 años , un voraz incendio redujo a cenizas la firma Petrobol, ubicada en Río Negro 949, un acontecimiento que conmocionó a la comunidad e impulsó la formación del Cuerpo de Bomberos Voluntarios.
Un día de destrucción
Aquel fatídico día de 1970, el fuego, presuntamente originado por un cortocircuito, se propagó con una velocidad aterradora. Petrobol no era solo una agencia YPF, sino un centro de venta de repuestos y garrafas, un lugar lleno de material altamente inflamable.
En un testimonio recogido en 2022 por Jorge Meynet, el ya fallecido propietario de la firma, Anastasio Raúl Galván, relató con la voz entrecortada la magnitud de la pérdida: «Recuerdo muy bien la fecha, fue un 2 de octubre de 1970 y lamentablemente en media hora arrasó con todo. Dos años de esfuerzo de la sociedad en media hora se vinieron abajo».
El siniestro causó lesiones a un empleado, y la violencia de las llamas hizo estallar tambores con lubricantes y otros combustibles, destruyendo el salón de ventas y el galpón del depósito.
El despeje de un mito popular
En su relato, Galván también se tomó un momento para desmentir un mito popular que perduró durante décadas: la idea de que las garrafas volaban por la explosión.
«Quiero explicar algo que quedó en los dichos del pueblo; muchos dicen que en el incendio las garrafas volaban, eso es mentira, me cansé de explicarle a la gente. Lo que volaban eran las latas de aceite y productos de YPF que el día anterior habíamos descargado un camión completo. Reventó una sola garrafa que estaba ahí para cargar garrafitas», aclaró con firmeza.
La sociedad de Petrobol estaba compuesta por Albertengo, Fernando Degano, Edgar Degano, Carlé y el propio Galván, quienes vieron su proyecto esfumarse en minutos.
Empezar de cero y el legado de fuego
Con los ojos húmedos, el recordado comerciante explicó la probable causa del desastre: la hipótesis más sólida apuntaba a que el fuego se inició cuando un empleado, al conectar la llave de la luz, activó la línea eléctrica aérea del galpón. El incendio, al combinarse con un tambor de solvente y la gran cantidad de mercadería combustible, se volvió incontrolable casi al instante.
«El edificio no quedó nada. Fue empezar de cero de nuevo», lamentó Galván, quien apenas pudo rescatar algo de documentación y un escritorio. La reconstrucción fue lenta, apoyada en un seguro que «no era mucho» debido a la mercadería recién ingresada.
Sin embargo, en medio del dolor de la pérdida, surgió la semilla de la esperanza.
«Por suerte fue uno de los acontecimientos que impulsó a crear Bomberos, antes había sucedido el incendio del cine El Expreso, pero esto realmente surgió para eso», remarcó Galván.
El incendio de Petrobol, junto al del cine, encendió la conciencia comunitaria. La necesidad de contar con una fuerza de respuesta organizada se hizo ineludible. Hoy, El Trébol le debe a la tenacidad de aquellos comerciantes, y a la memoria de aquel 2 de octubre, la labor «crucial» que realizan los Bomberos Voluntarios, un legado de solidaridad forjado entre las cenizas.









